A un poco más de 1,000 kilómetros de Santiago, en el norte remoto de Chile, se encuentra el desierto de Atacama. Se trata del sitio turístico más popular de todo el país, pues ofrece vistas espectaculares, fauna y flora únicas, y una profunda interacción con la naturaleza. El clima de la región también es especial: con precipitaciones que ocurren una vez cada 15 a 40 años, se trata del lugar no polar más árido del mundo. Este simple hecho desencadena el potencial del desierto de Atacama: al tener una formación de nubes tan baja, es el territorio que más irradiación solar recibe en el mundo. Debido a ello, esta atracción en el norte de Chile posee suficiente energía del sol para alimentar todo Sudamérica.
Chile está consciente de esto y, en los últimos años, se ha enfocado en aprovechar esta oportunidad. En 2016, se comenzó con el proyecto Finis Terrae, en colaboración con la empresa italiana Enel Green Power, para crear el parque fotovoltaico más grande del país. En noviembre, Chile completó lineas de transmisión que conectan esta planta de generación con el sur, permitiendo que los precios de electricidad bajaran y haya un suministro más estable de energía. Iniciativas como estas han impactado enormemente en la calidad energética del país, pues, según el Departamento de Energía de Chile, su capacidad solar ha crecido un tercio en los últimos cinco años, y miles de paneles fotovoltaicos más están bajo construcción.
El crecimiento en energías renovables no es exclusivo de Chile, pero es representativo del boom latinoamericano en sustentabilidad que se está viviendo. La inversión de fuentes alternativas en el continente se ha incrementado 11 veces desde el 2004. Actualmente, Chile, México y Brasil se encuentran entre los diez mercados de energías renovables más grandes del mundo. Incluso Argentina, un país rezagado en cuestiones de fuentes renovables, invitó en 2017 a empresas extranjeras a participar en la subasta de proyectos energéticos, declarando ese año como el “año de energías renovables”.
Y es que América Latina, en especial América del Sur, tiene una ventaja sobre el resto cuando se trata de fuentes renovables: experiencia. Por mucho tiempo, la región ha dependido de presas hidroeléctricas para satisfacer sus necesidades energéticas. Según el banco mundial, más del 80% de las energías renovables de Latinoamérica proviene de este medio. Este hecho coloca al continente como líder en innovación y sustentabilidad, pues, de acuerdo con diversas fuentes, América Latina tiene la energía más limpia del mundo. No obstante, fenómenos naturales como El Niño han provocado sequías que convierten a las presas hidroeléctricas en fuentes cada vez menos confiables.
“Esta es la razón por la que fuentes no convencionales, como el viento, el sol y la geotermia, han empezado a despegar de manera espectacular, especialmente en los últimos cinco años.” Dice Gabriela Elizondo, analista ejecutiva del Banco Mundial.
Sin embargo, estos proyectos no se han hecho sin dificultades: los 100,000 kilómetros cuadrados de desierto que posee Atacama están lejos de cualquier zona urbana, por lo que los proyectos de transmisión han sido altamente ambiciosos. Por otro lado, al igual que en Estados Unidos y Europa, las empresas de energías renovables en Latinoamérica han enfrentado oposición por parte de empresas petroleras y de carbón. Debido a esto, mucha de la inversión en la producción de energía solar viene de fuentes extranjeras.
Un ejemplo de esto es el hotel Terra Atacama. Ubicado en el pueblo de San Pedro, este destino turístico se ha convertido en un proyecto de pruebas para inversión extranjera. Hoy en día el lugar opera en su totalidad con energía solar, gracias a paneles fotovoltaicos diseñados por la empresa alemana Kraftwerk.
“El desierto de Atacama es el lugar ideal.” Dijo el embajador alemán en Chile, Rolf Schulze “Al apoyar pequeños proyectos como este, podemos jugar un rol importante en un contexto global.”
Esta iniciativa abre las puertas a otras discusiones: Según el equipo de Kraftwerk, el proyecto en Terra Atacama no habría funcionado sin las baterías de litio distribuidas por la empresa energética Quinous y fabricadas por Samsung. Esto tiene sentido, ya que casi el 30% del litio del mundo es obtenido en el desierto de Atacama (junto con Argentina y Bolivia, forman el llamado ‘triángulo de litio’. La extracción de este metal es un tema complicado para muchas de las personas nativas de la región. Los atacameños han advertido que la energía solar podría generar una mayor demanda de litio en la región, lo que podría tener un impacto negativo sobre pueblos como San Pedro y la ecología del desierto.
Además de cuidar los recursos naturales del lugar, el siguiente gran reto de América Latina es la interconexión de las redes energéticas privadas para suministrar energía a través de la región. La electricidad producida en el norte de Chile podría ser más fácilmente suministrada a Perú, que, a su vez, podría extender la conexión a Brasil, Bolivia y Ecuador. Este modelo compartido de energías renovables sería extremadamente benéfico para la región, pues las fuentes alternativas en Latinoamérica pueden ser complementarias, es decir, son más eficientes a diferentes horas del día. Por ejemplo, Brasil tiene un alto potencial de energía eólica durante la noche, mientras que Bolivia, Perú y Chile producen grandes cantidades de energía solar durante el día. Chile, además, produce energía geotérmica que, si bien es más costosa, ofrece electricidad durante todo el día y hace a la red eléctrica menos vulnerable a interrupciones.
Las energías renovables en América Latina son abundantes y los costos de producirlas son cada vez menores. El precio promedio en subastas de suministro de energía solar ha bajado 87% del 2009 al 2017, y el de eólica 37% en el mismo periodo. Países como México, Chile, Brasil y Bolivia tienen objetivos establecidos para incrementar el porcentaje de uso de fuentes renovables para el año 2050. Si bien todos ellos ya son líderes energéticos en la región, el potencial que Latinoamérica tiene como territorio para guiar al resto del mundo sólo se puede obtener en la forma de colaboración. Es a través de iniciativas conjuntas que el continente latinoamericano podría pronto despertarse como un gigante en energías renovables.