Hoy todos queremos ser sostenibles. La cuestión realmente importante es saber a qué nos referimos cuando mencionamos esta palabra. Posiblemente la definición que muchos tenemos en mente corresponde con la del famoso informe Brundtland: satisfacer nuestras necesidades en el presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer las suyas. Esto implica consumir de manera responsable, hacer buen uso de nuestros recursos y, ante todo, tener en cuenta los impactos que nuestras actividades generan en el medio ambiente. Todo esto suena muy bien a nivel individual, pero ¿qué tan compatible es todo esto con las operaciones de una empresa u organización? Después de todo, el objetivo final de toda empresa (en el sentido de la empresa convencional) es generar utilidad. Invertir en responsabilidad social o en proyectos de protección del medio ambiente no genera una utilidad directa como lo podría hacer, por ejemplo, ampliar los canales de distribución o abrir un nuevo centro de venta. ¿Por qué hacerlo entonces?
Para contestar esta pregunta, conviene adoptar otra definición de lo sostenible. Ante todo, debemos recordar que sostenibilidad no solamente implica la protección del medio ambiente, sino que se refiere a una visión más holística, que toma en cuenta las dimensiones económicas, ambientales y sociales de nuestras actividades. La definición que tal vez nos puede ayudar a construir este argumento es: “que se puede mantener durante largo tiempo sin agotar los recursos o causar grave daño al medio ambiente”. También conviene recordar lo que tradicionalmente se ha mencionado como el recurso más valioso de toda persona u organización: el tiempo. Queda claro que el fin último de la empresa es generar utilidad, pero una idea mucho más obvia es que, para generar utilidad, la empresa primero debe existir. Y para seguir generando utilidad a lo largo del tiempo, la empresa primero debe asegurar su supervivencia en el largo plazo.
Todo esto nos lleva al fin último de lo que hoy llamamos sostenibilidad corporativa. Ahora es más fácil encontrarle sentido a la definición de una empresa sostenible como aquella cuyo propósito es perdurar en el tiempo, colaborando en la mejora y progreso del entorno natural y social en el que opera. Esto cambia por completo el paradigma que se tiene de una empresa y hace que, el preocuparse por ser sostenible, empiece a cobrar sentido.
Una organización que busca sobrevivir y asegurar sus operaciones en el largo plazo debe aprender a gestionar sus riesgos, sus recursos y su reputación. Esto implica el tan necesario cuidado del medio ambiente, no solamente por cuestiones éticas o personales, sino porque un manejo irresponsable de los recursos naturales conlleva una pérdida del capital natural y una privación de los servicios necesarios de los ecosistemas. También implica anticiparse a los grandes cambios; ir un paso más adelante; y comprender las necesidades del mercado aun antes de que estas aparezcan. La empresa sostenible que adopta prácticas de gestión responsable de residuos o de eficiencia energética, encuentra oportunidades importantes en la reducción de costos, la operación eficiente y la reputación que tiene ante todos sus grupos de interés.
La empresa sostenible entiende que no puede vivir aislada de los ecosistemas ni de la sociedad. Hoy, las organizaciones deben satisfacer la demanda de consumidores cada vez más conscientes y empoderados, en un mundo en donde las redes sociales marcan el rumbo de la conversación pública y en donde la única constante es el cambio tecnológico, cada vez más acelerado. La sostenibilidad, por tanto, ha pasado de ser un departamento más que reporta las actividades y medidas de responsabilidad social de la empresa a una cultura que permea en todos los niveles de la organización y dicta la estrategia en el largo plazo. La empresa sostenible tiene ventaja sobre la que no tiene esta visión. Ejemplos abundan: pensemos en cómo ha cambiado la industria musical, la industria de la fotografía, la distribución de películas y el transporte particular. Pensemos también en cómo han cambiado los medios de información en el siglo XXI. Hoy esos mercados están dominados por empresas que supieron encontrar tendencias e ir un paso delante de sus competidores. ¿Es entonces la sostenibilidad un mero adorno de la organización o una verdadera fuente de estrategia y ventaja competitiva?
El jugador de ajedrez entenderá fácilmente el punto de lo que se quiere decir. El éxito del ajedrecista radica en su capacidad de leer su entorno y anticipar las jugadas de su contrincante, con audacia y resiliencia para sobrevivir en un entorno que cambia a cada jugada. No hay duda que la empresa del siglo XXI debe jugar sus cartas con una mentalidad similar. “Anticipar el riesgo”, “leer el entorno”, “pensar a futuro”: Estas y más frases han salido de los manuales de ajedrez para incorporase en la narrativa de las organizaciones y empresas de la época moderna. Convendrá recordarlo la próxima vez que hablemos de sostenibilidad a un nivel más allá de tree-hugging.